Olímpicamente

Acabo de leer un artículo de Las2Orillas en el que describen cómo nuestra ciclista de ruta Ana Sanabria tuvo que correr con su propia bicicleta la prueba de ruta en los juegos olímpicos, y atenerse a la buena voluntad de los asistentes para obtener hidratación durante la carrera, mientras la directora de Coldeportes y su querida se pavoneaban por las playas de Río, y mojaban cámara en los partidos de tenis masculino.

Caracol, Coldeportes y la Federación Colombiana de Ciclismo hicieron todo un despliegue para el equipo de cinco ciclistas que participaron en la prueba masculina -- cuatro de los cuales por X o Y motivo se retiraron antes de terminar la prueba -- y no dijeron ni MU sobre Ana Sanabria, a quien nadie esperó para felicitarla en la línea de meta y tuvo que regresar  al sitio de concentración por su cuenta.

Uds. seguro esperan que después de decir esto me vaya lanza en ristre contra Coldeportes y su falta de apoyo a las mujeres deportistas, pero no. Coldeportes es únicamente un síntoma, y para la muestra lo siguiente:


En la misma carrera en mención, la holandesa Annemiek van Vleuten se cayó cuando le faltaban 12 kilómetros para colgarse al cuello la presea dorada y duró un minuto y cincuenta y tres segundos tirada en el piso antes de que un paramédico viniera a socorrerla. Para la muestra este video aficionado en el que se ve como la caída ocurre en el minuto 1:44 y el paramédico llega en el minuto 3:37.


El día anterior en el mismo trayecto de la carretera, Sergio Luis Henao y Vincenzo Níbali calleron de manera similar y el paramédico llegó a los 6 segundos de la caída, tal como se ve en este video.

Y para demostrarles que no es sólo Coldeportes sino que el virus del sexismo es tan generalizado que nos parece normal, hace unos meses mi equipo de ciclomontañismo mandó a hacer nuevos uniformes en una muy prestigiosa empresa de ropa para ciclismo de nuestro país, y cuando nos llegó la factura encontramos -- entre otras sorpresitas que voy a obviar en este relato -- que los pantalones largos que yo había pedido costaban un 80% más que los mismos pantalones para mis compañeros hombres, que porque dizque "la horma es distinta". Tocó escribir una carta explicando cómo nos estaban discriminando para que nivelaran los precios (como quien dice, no solamente nos tenemos que aguantar la discriminación, sino que además tenemos que volvernos profesoras de equidad).

Y a propósito de olímpicos, algo bueno le rescato a la trasmisión ciclística de Caracol: Georgina Ruiz Sandoval, quien no desaprovechó los minutillos al aire que le dieron al ciclismo femenino antes de saltar al tenis, para dar toda una diatriba sobre el esfuerzo que hicieron cada una de estas campeonas para sacar de su bolsillo y pararse en la línea de arranque de estas justas.

Ahí tienen, pues, al ciclismo como un gran espejo del alma de nuestra sociedad. Porque la discriminación contra la mujer no es ni ganas de joder, ni ganas de llamar la atención, ni puro cuento.

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