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Mostrando las entradas de febrero, 2012

A Dos Días

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A cuarenta y ocho horas de mi matrimonio, después de tres días de crisis por el excesivo stress, veinticuatro horas seguidas de interminable sueño, timbres insesantes de teléfono y puerta, un sin-numero de visitas inesperadas, cajas de pasabocas a lo largo y ancho de nuesta sala, despedidas de soltera a tempranas horas de la mañana, rezos y conjuros para que no llueva el sábado en la tarde, recepción de diversos visitantes que desde Medellín, hasta México y Boston han viajado kilómetros para no perderse el evento; orientación para la fotógrafa, la cantante, el que arregla las flores y el que trae el menaje. No es raro preguntarse si toda esta barahunda vale la pena. Ya me decía hace poco una querida amiga: Adriana, acuérdate que tu vida es tu ministerio. Claro que vale la pena.

SPA-ciada

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Si alguna vez pasan por Chicago, no se les vaya a ocurrir salir de ahí sin pasar un día en el King Spa. En la tradición milenaria de la cultura coreana, King Spa es el paraíso de la reconciliación con el cuerpo. Por una módica tarifa de entrada, uno adquiere el derecho a empelotarse en público y tiene 24 horas para pasar por todo tipo de yacuzzis de diferentes temperaturas, de helado a hirviendo, salones de vapor y cuartos de masajes.  Si uno decide regalarse un masaje o lo que llaman en inglés un body scubb , en la parte de atrás de la sala, sin cortinas ni nada,  unas coreanas muy profesionales lo reciben a uno en su elegante uniforme de cucos y brasier y le masajean sin escrupulo todo lo que uno tenga expuesto. Yo me regalé el combo de masaje y budy scrubb, y, además de salir como si estuviera caminando hacia las puertas del cielo, perdí como tres kilos de peso de toda la mugre y toxinas que me sacó mi masajista con sus dulces guantes de estropajo. No hay nada sutil sobre esto