Las Desobedientes



Ahora que vivo en el patio de atrás del Pantano de Vargas, y me rodean sauces, saucos, dientes de león y un sinnúmero de ideas libertarias, el aire puro y callado me inspira a hacer cosas que el ruido de la ciudad ya había apabullado: de nuevo, poco a poco y sin más distracción que mi perra dando ronda o mi vecino golpeando la puerta pidiéndome minutos de celular (la versión Boyacense de la tradicional tacita de azúcar,) vuelvo a las actividades básicas de todo académico consagrado: leer y escribir.

Por algo me decían mis profesoras de Inglés, y yo a su vez a mis alumnos una vez seguí los pasos de mis predecesoras, que el verbo TO BE se enseña de primeras porque es el más difícil de aprender. Años después de interiorizar la conjugación del tal verbito a uno todavía se le enreda el subjuntivo y el pluscuamperfecto.

Lo mismo pasa leyendo y escribiendo. Todos pensamos que ya salimos de eso en primero de primaria, pero hay que ver las barrabasadas que escriben los doctores en las universidades, salvados solamente por un sequito de pasantes forzados a corrigirles los trabajos para hacer de sus jeringonzas algo medianamente publicable.

Pues en estas tierras patrióticas y aprovechando la cercanía de ilustres historiadoras, me he dado a la tarea de comenzar un libro llamado Las Desobedientes, Mujeres de Nuestra América, compilación de ensayos eruditos sobre aquellas mujeres olvidadas, demonizadas o romantizadas por los escritores de nuestra historia.

En el primer capítulo me encontré con la Malinche, tachada de traidora por multilingüe (pensar que ahora muchos pagamos millones por no ser Wachu.)


Un siguiente capítulo me llegó a las entrañas:

Gaitana ilustre
Honorable guerrera:
Si yo pudiera decir que soy Yalcón
Porque mis ancestros nacieron en tus tierras,
No tendría temor
De terminar
Siendo
Descendiente de Añasco.

En  mis años de "Revivamos Nuestra Historia," Manuela Sáenz tenía cara de Virginia Vallejo y así se quedó en mi memoria para siempre. Nunca me imaginé que la heroína fuera antecesora de Frida, erróneamente nacida en el siglo XIX.

La esposa del Dr. Thorne compartía a la noble Rosita Campuzano con José de San Martín, mientras servía al tiempo de inspiración carnal al Libertador Bolívar. 

Leyendo Las Desobedientes me pregunto: qué carajos hacemos las Latinas buscando ejemplos valientes en mujeres europeas y anglosajonas, cuándo las nuestras están aquí, esperando que apaguemos el televisor y las encontremos en las páginas de un libro?

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