Redención

¿Qué tienen que ver la traducción literaria, el acompañamiento espiritual, la defensa de los animales de compañía y el ciclomontañismo? Que todos los hago yo, sería la respuesta fácil. ¿Cómo integrar todos estos intereses de manera que den balance a mi vida? Esa es la pregunta más grande.

Siempre supe que no sería una directora espiritual de cuartito silencioso, esencias sagradas, música tranquila, y vela encendida. Aún cuando cursaba mis estudios de seminario, me imaginaba más con una tolda de feria viajando de pueblo en pueblo ofreciendo servicios de escucha, al estilo de Luci, la de Carlitos.

He ejercido la traducción en el pasado, pero nunca me había llamado la atención como oficio. Un susurro de Dios hace poco me sugirió que dedicara mi tiempo a ejercer la traducción como creación literaria, como forma de cuidar las palabras del otro al tiempo que manufacturo mis propios sentidos: acompañamiento espiritual al texto, a la vida y personajes que lo habitan. 

No soy una defensora de los animales ejemplar: creo que hay ocasiones en que hay que dar a los animalitos una muerte digna. Mi labor como animalista no consiste en salvar a todo bicho abandonado de la calle, sino más bien en educar: en enseñar cómo la relación que tenemos con los animales refleja el trato que nos damos entre seres humanos. Aprender a ver a los animales como termómetros de la Paz.

La bicicleta me ha enseñado a lograr con alegría objetivos impensables. Hace tres meses no me creía capaz de ir de mi casa a Pantano de Vargas, a siete kilómetros de distancia. El domingo pasado fui y volví al Lago de Tota, pedaleando ciento veinte. 

He manufacturado una oración que recito cada día al comenzar mis rutas de bicicleta: 
 Dios mío, protégenos a mí y a los que van conmigo en esta travesía, y permítenos disfrutar de tu creación.

Estas palabras no solamente me dejan comenzar a pedalear con una paz interior indescriptible, sino que además me comprometen con Dios a gozarme el frío y la neblina de la madrugada, el sol incandescente en la montaña, la lluvia y el barro de los senderos, las caídas, el sudor, el esfuerzo y los refrigerios providenciales de las casas campesinas del camino.

Y aquí estoy, expectante de cómo todo esto se integra con sentido. Aún confundida, sé que tengo en mis manos las fichas de mi felicidad. 

Comentarios

  1. Tienes en tus manos la ficha de la felicidad. Y Dios Aprieta pero no ahorca y manda las cosas a su debido tiempo. Te quiero mucho.

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